¡Al abordaje!
Asunto espinoso éste del pirateo, pero que me apetece abordar ahora que veo los toros, al menos durante unas horas al día, desde el otro lado de la barrera.
Partimos de la siguiente premisa: tengo una aplicación completa, y otra en espera de poder ser lanzada, que pretendo vender, a un precio que considero razonable, y que creo que es proporcionado para lo que la aplicación puede ofrecer y para la utilidad que se le puede extraer.
Hay 10 tipos de personas: los que pagan por el software y los que no lo hacen.
Recuerdo una conversación en la última Caverna de los Hombres Malos. Yo estaba hablando con el compañero de la mesa de al lado, porque había recibido una oferta de Adobe por la que me podía hacer con un Photoshop CS3 por dos perras (no recuerdo sin 50 euros, o algo así), y le estaba preguntando si le interesaba a él, cuando el compañero de dos mesas más allá, sin esperar respuesta, saltó con un sonoro "¿para qué pagar por algo que puedes tener gratis?"
Hay que asumir que hay quien nunca va a comprar tu programa, ni cualquier otro. Punto pelota. No importa el precio ni la lista de funcionalidades, ni si es fácil o no de usar. No importa nada. Hay quien nunca va a gastar dinero en software, y no importa el porqué de su decisión.
Contra eso no se puede hacer nada, ni siquiera entrar a juzgarlo, así que lo mejor es olvidarlo y seguir adelante.
La condición humana
Si embargo, que alguien no esté en el grupo anterior no implica que vaya a pagar por tu programa.
Obviamente, uno no está en la situación de poder hacer lo que hacen Adobe, Microsoft o Apple, y pedirle al usuario el dinero por adelantado, antes de que pruebe el software. Por eso, lo lógico, lo razonable, incluso lo mejor a largo plazo es llegar a un acuerdo claro y sencillo: yo te doy una copia de mi programa, tú la pruebas 30 días, y se te gusta lo que has visto me das 13 dólares. No me importa lo que hagas con el programa pasado ese tiempo, no me importa que lo uses en uno, dos, tres o treinta ordenadores. Obviamente, preferiría que si lo vas a usar en 30 ordenadores me pagaras 30 veces, pero tampoco me voy a meter en eso.
Es tuyo, haz con ello lo que quieras. El plan es sencillo y fácil de recordar, ¿no?
Sin embargo, el plan tiene un fallo. Y bastante grande, por cierto: el ser humano no es así.
Seguro que hay quien está pendiente de si el período de prueba termina o no, de si debe hacer el pago o no, pero lo más normal es que si el software no te da un empujoncito, y te recuerda de alguna forma cuál era el trato original, aquí no ocurra nada.
Pero darte un empujoncito no es lo mismo que pegarte cuatro tiros, no. Tal y como yo lo entiendo, un empujoncito es decirte: han pasado los 30 días; si no me das un número de serie válido, me cierro. Si el programa recibe un número de serie que valide contra el algoritmo que lo generó, aquí no ha pasado nada, y si no lo recibe, aquí tampoco ha pasado nada; cada uno por su lado, y punto.
Pero hay que ser comedido. Obviamente, no es justificable tocar el sistema de archivos del usuario ni su configuración de arranque, ni hacer ninguna perrería. Simplemente, hay que asumir que la relación no ha funcionado, y salir de esa relación con la mejor disposición posible para iniciar la siguiente. Sin acritud.
Poner puertas al campo
Dice el refrán castellano que no se pueden poner puertas al campo. En el mundo en el que vivimos no se puede pretender crear una protección anticopia inviolable.
Por eso, y pese a que haya quien considera esto como una demostración de egolatría, cuando llega el momento de ponerse a pensar en cómo dar el empujón a tus usuarios para que hagan el desembolso deseado, hay que ser realista. ¿Hasta qué punto merece la pena complicarse intentando lo imposible?
En mi caso, el límite está claro. Hago lo necesario para que esas personas a las que habitualmente nos referimos como "usuarios medios" crean que su única salida para seguir usando la aplicación, una vez pasado el período de prueba, sea pagar. A partir de ahí, cualquier esfuerzo es en vano. Siempre va a haber alguien que va a encontrar la forma de romper cualquier muralla que yo crea haber construido.
Por eso, creo que no merece la pena intentar construir esa muralla, y sí dedicar parte de ese tiempo a implementar cosas útiles para los usuarios de la aplicación. Que para eso han pagado, por cierto.
¿Pero eso no es dejar la puerta entreabierta?
Todo depende de cómo se quiera mirar, imagino. Habrá quien diga que no intentar blindar tu aplicación contra cualquier contingencia es más bien poco coherente, porque en el fondo estás dejando la puerta abierta para que quien quiera, encuentre la forma de utilizarla.
Claro que, ¿quién dejaría esa puerta abierta? ¿Y para qué?
No tiene por qué ser malo que tu aplicación sea pirateada
Así de simple. En muchas circunstancias, es bueno que tu aplicación sea pirateada. Es una forma de tener usuarios, de aumentar tu distribución, o si se quiere llamar así, de ganar cuota de mercado.
No sería la primera vez que alguno de los grandes (¿alguien se acuerda de windows 2000?), por un supuesto error, deja al alcance de todo el mundo una copia de alguno de sus productos, mientras hace como que no se ha dado cuenta y como que está mirando a otro lado.
Lo malo es que eso no es mucho más ético que borrarle la carpeta del sistema a un usuario al que le ha caducado la trial. No se puede pedir dinero con una mano mientras con la otra haces lo posible para que la distribución aumente a base de ofrecerlo gratis en canales de distribución no oficiales.
¿En qué quedamos entonces?
Pues en que, para mí al menos, el usuario ideal es el que compra mi programa después de haberlo probado, y de haber comprobado que cumple sus expectativas, que le puede resultar útil, bien sea ahora mismo o bien en un futuro no muy lejano. El usuario que ha meditado su decisión, que no compra por impulso, con el que puedo contar para comenzar a construir una segunda versión de la aplicación y que probablemente me va a aportar muy buenas ideas sobre cómo se puede mejorar el programa.
Y a ese tipo de usuario hay que cuidarle, sin marearle con procesos de activación ni de validación de licencias complicados, sin limitarle el uso del programa, sin considerarle un ladrón a priori, confiando en él y dándole, en definitiva, libertad absoluta para utilizar el programa a su antojo. Que para eso ha pagado.
¿Lo demás? Lo demás me da igual. No me importa si mi aplicación termina en mininova, no me importa si hay cuarenta números de serie por ahí corriendo. Podría hacerlo sin mucho problema, pero no voy a bloquearlos en siguientes versiones. ¿Por qué? Porque no creo que me estén robando, ni que me estén haciendo perder dinero. ¿Qué dinero pierdo yo porque alguien use mi programa sin pagarme por ello? Ciertamente, dejo de ingresar algo, pero no ingresar no es lo mismo que ser robado.
No creo que se pueda luchar contra el pirateo, porque ni siquiera sé muy bien si hay algo contra lo que luchar, ni mucho menos que se deba luchar activamente contra ello.
Simplemente, quiero que, aquél que encuentre útil mi programa se plantee que es justo hacerme llegar algo de dinero tanto para compensar el esfuerzo realizado, como para animar a seguir realizándolo. Nada más y nada menos.