El trípode
El trípode no puede faltar en el equipo de ningún aficionado a la fotografía, ya que la combinación de trípode y disparador remoto es la única garantía de que las fotos no van a salir movidas. Veamos algunos casos en los que el trípode es casi obligatorio:
- En fotografías nocturnas. Al tener que hacer exposiciones largas para conseguir exposiciones correctas, se hace imprescindible el trípode para evitar que las fotos estén movidas.
- En fotografía de paisajes. Normalmente, las fotografías de paisajes se suelen hacer con la menor apertura posible, para de esa forma maximizar la profundidad de campo. Al cerrar tanto la lente, suele ser necesario tener que realizar exposiciones con tiempos relativamente largos, de forma que si se hace la foto a pulso, se tienen todas las papeletas para que salga movida.
- Fotos con teleobjetivo. Cuando se usan objetivos largos, cualquier vibración de la cámara, o cualquier movimiento, por imperceptible que sea, se nota en la foto final. Esas vibraciones se pueden evitar utilizando un trípode en vez de sujetar la cámara a pulso.
- Retratos. Aquí la cosa es bastante más sutil. Utilizar un trípode permite salir de detrás de la cámara, y charlar con el retratado en igualdad de condiciones, sin la cámara intimidándole, mientras se le van sacando fotos utilizando un disparador remoto. De esa forma, su expresión será más relajada y más natural.
- Macrofotografía. Cuando se quiere fotografiar algún insecto, por ejemplo, cualquier movimiento o vibración de la cámara puede arruinar el resultado final.
En general, utilizar un trípode, aunque parezca una tontería, ayuda a componer mejor las imágenes. La explicación es sencilla: al tener que montar el aparato, se diluye el desbocado impulso de disparar sin más en cuanto se ve algo que llama la atención. Hay que pararse y tomarse un tiempo para extender las patas, nivelarlo… y eso suele ayudar a dar una segunda pensada a la foto que se quiere hacer, a mirar otra vez, puede que incluso a ver algo más que no se vio en un principio.