Madrí, ciudad de contrastes (I)
Estamos a finales de septiembre, y a la hora de salir de la oficina el centro se llena a rebosar de gente en camiseta. Cualquier día de estos, sin ninguna señal previa que permita barruntarlo, empezará a hacer frío, pero mientras llegue el momento de ponerse el abrigo, parece que nadie quiere perderse lo poco que queda de primavera.
A la puerta de la fnac, una pareja de punkis está pidiendo. Él aborda a los viandantes solicitando unos durillos para quemar La Moraleja, mientras ella toca, o lo intenta, Bella Ciao con su flauta.
Unos metros más allá, una pareja de pijos coinciden en la necesidad de fusilar a los terroristas y a no sé cuánta gente más, e interrumpen su conversación para discutir sobre si la canción que toca la punki les suena porque es de los Nikis o porque la tocó la orquesta en las fiestas de uno de tantos pueblos de la sierra.
Continuará...