Madrí, ciudad de contrastes (II)
Sábado, 10 de la noche. Decenas de coches hacen sonar la bocina en otro de los legendarios atascos de Gran Vía.
A unos doscientos metros, en una de esas calles de aceras imposibles y de la anchura justa para que a duras penas quepa un coche, cuatro vehículos esperan pacientemente a que el perro de un vecino termine de hacer sus necesidades en medio de la calzada.
Continuará...