Vídeo para llevar
En el Macworld de enero repasan varios reproductores portátiles de vídeo, comparándoles con el iPod.
Lo cierto es que yo nunca he visto demasiado claro el tema del vídeo portátil. En esto estoy de acuerdo con Estíf, que una de las miles de veces que negó que Apple estuviera planteándose fabricar un iPod que reprodujera vídeo lo justificó con el argumento de que el ver vídeo es una actividad dedicada, que requiere toda la atención del usuario, al contrario que oír música, que es algo que se puede hacer mientras se realiza otra actividad. Además, no todo el mundo (gracias a dios) vive en Madrid o Barcelona, y se tiene que comer todos los días media hora (o más) de metro (porque para eso sí es ideal el tener un paratín donde ver el episodio de Lost de anoche, por ejemplo).
El mejor ejemplo puede ser el paso anterior en la evolución del iPod, el iPod photo, o el 4G (ya no sé muy bien cuál era su nombre oficial), el que permite sincronizar con la galería de fotografías. Yo tengo uno de esos cacharrines desde hace casi un año, y la verdad es que nunca lo he utilizado para ver fotografías en él. Sí lo he utilizado, junto con el Camera Connector, como disco duro en el que descargar los contenidos de la tarjeta de la cámara, y sí lo he utilizado para cargar en él unos slideshows con fotografías hechos en iPhoto, y de esa forma, poderlos proyectar en la televisión de algún amigo (sí, las temidas fotos de vacaciones).
Y ahí es donde sí le veo un potencial enorme a estos cacharros. Uno hace la película de sus vacaciones, la monta en iMovie, la pone musiquita de fondo, y la sincroniza con el iPod, que es lo que posteriormente lleva a casa de la suegra para dar la paliza a toda la familia política, ahorrándose el tiempo y el esfuerzo de grabar un DVD.
Pero eso, como sabiamente apuntó el señor Pancho Villa un día que los dos mirábamos amenazadoramente a la misma croqueta, es algo que está bordeando los dominios del usuario avanzado. Y ahí empezamos a ir por mal camino.
Tal vez éste sea otro caso en el que la disponibilidad de la tecnología puede generar el hábito de uso. O no.