intrascendencias

Creo que es la primera vez que una película me produce una sensación como la que me ha producido la última de Woody Allen. Y es algo que ya me había pasado con música (la primera vez que oí a New Order por poner un ejemplo), por lo que no he tenido ningún problema para reconocerla.

Un fotograma. Es todo lo que ha hecho falta. Un sólo fotograma para empezar a intuir que estaba a punto de ver algo deslumbrante, una demostración de puro genio, algo que no iba a poder olvidar en mucho tiempo.

Una historia que, como casi siempre en estos casos, se desarrolla sin ruido, suavemente, como si fuera un cuento, narrada con sencillez, sin artificios ni trucos fáciles, pero que rebosa sutileza y el oficio atesorado a través de los años.

¿La historia?. Un trepa de tres al cuarto consigue colarse en una familia adinerada. Todo se va a desarrollando a la perfección hasta que se cruza en su camino la prometida de su cuñado.

¿La sensación final?. La de haber visto un espectáculo magnífico, y que dejará una sensación irrepetible.

Como siempre, los miembros de la Comisión Intersectorial de Pelis de design-nation tienen una opinión más y mejor formada: