El destello formidable
No recuerdo haber oído nunca una definición de lo que supuso la proclamación de la Segunda República más poética que la que utiliza hoy Soledad Gallego-Díaz en esta columna de El País. Más viscerales, a cientos, pero tan poética, ninguna.
Por aquí tenemos la estúpida idea de que el Estado le debe como mínimo una disculpa y un gracias a los que defendieron la legalidad y que lucharon contra el golpe de estado del 18 de julio del 36. En realidad más que idea o creencia es casi una intuición, una de esas cosas en las que crees, aunque no sepas explicar muy bien el porqué.
Bien, pues la Gallego-Díaz lo ha puesto en palabras, que procedo a copiar y pegar: Es absurda la idea de que no importa lo que un hombre, o una mujer, cree. Claro que importa: importa lo que aquellos hombres y mujeres que proclamaron la República creyeron y lo que creían quienes lucharon contra ella. Y es una indecencia pretender que lo ignoremos.
Gracias, Sole, hermosa. Lo has dicho muy bien. Tanto, que subes un par de puestos en el respetómetro.