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El increíble estado menguante

Me había prometido a mí mismo no tocar el tema de Nueva Orleans. O mejor dicho, el estado del abandono en el que las autoridades de los EEUU mantienen a sus ciudadanos.

Pero después de leer este post, que lamentablemente, suena muy creíble, se me han acabado los reparos. No es que no digan nada que no se intuyera o se supiera a estas alturas, pero sirve como ejemplo de lo que ocurre cuando las prioridades de las autoridades no son las correctas.

Para vivir bajo la ley de la selva no se necesita un gobierno. Ni unas elecciones, ni un presidente, ni un ejército. Para eso basta con dejar actuar a "la naturaleza humana".

Pero si por algo se ha caracterizado siempre el ser humano, a parte de por su mezquindad, ha sido por su capacidad para organizarse. Y organizarse de forma que los más fuertes, o los mejor preparados genéticamente, o los más compasivos, lo que sea, ayuden a los más débiles. Ese modelo llegó incluso a institucionalizarse, con el curioso nombre de "estado".

El estado era esa entidad que se preocupaba de que los ciudadanos tuvieran protección sanitaria, que se preocupaba de que los que más tenían repartieran un poco de su riqueza con los que tenían menos, que se preocupaba de que todos los ciudadanos tuvieran una educación, y que además esa educación fuera de calidad similar para todos.

Hace ya unos años que el estado ha ido menguando a pasos agigantados. O mejor dicho, se ha ido diluyendo. La atención a los inmigrantes, a los mayores, a los colectivos desfavorecidos, la educación, la sanidad, todo ha ido pasando de manos del estado a manos de contratas y subcontratas y subcontratas de las subcontratas.

En esto, como en otras muchas cosas, los EEUU nos llevan una ventaja brutal. Y ahora es probable que se estén viendo algunas de las consecuencias. ¿A quién puede acudir el ciudadano, la persona, cuando las cosas vienen torcidas, cuando pasa algo de una magnitud que no puede abarcar?. Al estado no, porque no existe.